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El Centro de Salud Santa Julia, ubicado en el distrito Veintiséis de Octubre en Piura, fue galardonado este año por el Poder Judicial como una de las seis buenas prácticas a nivel nacional previniendo la violencia contra la mujer. Se trata de un modelo inédito en el país que brinda en un mismo establecimiento atención en salud sexual y reproductiva, soporte psicológico y asesoría jurídica para mujeres afectadas durante la crisis climática. Bertha Liñán, coordinadora del servicio obstétrico, cuenta cómo este año se fortaleció la atención a partir de la participación de brigadistas en alianza con el proyecto “Salvando Vidas” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).


Bertha Liñán, coordinadora del servicio obstétrico de salud sexual y reproductiva del Centro de Salud Santa Julia, recibe a las brigadistas del proyecto “Salvando Vidas”, con quienes trabaja codo a codo para brindar asistencia y apoyo a las mujeres de Piura.

Llovió y tronó sobre Piura, pero el Centro de Salud Santa Julia jamás cerró sus puertas. Bertha Liñán (55), coordinadora del servicio obstétrico de salud sexual y reproductiva, recuerda que la prioridad era mantener el servicio abierto, pese a que las inundaciones hicieron colapsar buena parte de los servicios de la ciudad. Las calles estaban anegadas. La incertidumbre flotaba en el aire. Ríos de agua impedían el transporte regular. Y miles de mujeres, muchas de ellas gestantes de las zonas más pobres del distrito Veintiséis de Octubre, habían quedado aisladas del único establecimiento médico más cercano para atender cualquier emergencia.

“Todos decían que el mundo se iba a acabar porque en Piura no es normal que haya truenos, rayos y relámpagos, y mucho menos una alfombra de grillos. Era como una pesadilla”, recuerda Bertha. Enfermeras, técnicas y obstetras llegaban con retraso, pero llegaban. Los turnos se alteraron. La solidaridad salió a flote. “El objetivo era no dejar de trabajar. El objetivo, en la medida de las posibilidades, era seguir atendiendo”, dice, aunque la verdadera preocupación estaba en las pacientes. Las dudas eran muchas: ¿cómo la estarían pasando? ¿Cómo llegarían a las consultas? ¿Cómo podrían recibir el servicio de salud en medio de ese caos?

“El problema era el acceso de las pacientes al establecimiento. No podían venir porque tenían lagunas en sus casas o en las calles. Y nosotros no podíamos ir hacia ellas porque las lluvias eran torrenciales. Fue frustrante la situación que vivimos”, dice Bertha. Las pocas gestantes que sorteaban las lluvias y las inundaciones empezaron a encontrarse con un panorama aún más caótico. Algunas salas de parto estaban llenas de agua. Debían ir a otros centros de salud, pero el colapso era general. “Muchas fueron ‘peloteadas’ de un establecimiento a otro porque no estábamos preparados. Algunas pacientes estuvieron toda una noche caminando, rogando por una atención. Realmente eso te rompía el corazón”, recuerda.

Con más de veinticinco años como obstetra en el Centro de Salud Santa Julia, Bertha conoce muy bien las condiciones de vida de esa población directa de 29.000 personas e indirecta de 159.000 de las zonas aledañas. Niñas, adolescentes, mujeres y madres, expuestas, muchas veces, a la desinformación, la pobreza y el peligro. “En este tipo de emergencias, la mujer es la que siempre sale afectada en un hogar. Las mujeres de menos recursos que perdieron sus viviendas tuvieron que vivir en forma hacinada y eso trajo como consecuencia más violencia basada en género y más embarazo en adolescentes”, explica.

El aislamiento de todas esas mujeres era una bomba de relojería. La falta de acceso a métodos anticonceptivos, información y soporte médico y psicológico hacía necesaria otra forma de intervención. A partir de mayo, esa distancia impuesta por la crisis climática empezó a reducirse. La participación de las brigadas del proyecto “Salvando Vidas”, impulsado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA),como parte de la respuesta conjunta del Sistema de las Naciones Unidas a partir del financiamiento del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF), permitió que  obstetras capacitadas acercaran servicios esenciales de salud sexual y reproductiva a mujeres gestantes, y una adecuada consejería a adolescentes y jóvenes en edad fértil. “Las brigadistas empezaron a ir, incansablemente, puerta por puerta para brindar orientación en salud sexual y reproductiva y captar gestantes. Y no han desmayado en esa labor”, dice Bertha.

Si bien desde el Estado esta tarea suele realizarse, los recursos a veces son escasos, sobre todo durante una crisis climática como la que afectó a más de 400.000 personas en los departamentos de Piura, Tumbes y Lambayeque. “Las brigadistas han logrado complementarnos en número para poder hacer un buen trabajo, llegando a los lugares más alejados a donde no podíamos ir”, explica Bertha. De inmediato, los indicadores mejoraron. Cada vez más mujeres lograron enterarse de los servicios de salud sexual y reproductiva que el Centro de Salud Santa Julia ofrecía: orientación en planificación familiar, controles prenatales y partos las 24 horas del día, pero -sobre todo- un espacio seguro donde poder recibir todo el soporte necesario ante un posible caso de violencia de género.

Desde hace seis años, el Centro de Salud Santa Julia cuenta con un Centro de Emergencia Mujer (CEM) al interior de sus instalaciones. En ese espacio articulado con el Programa Nacional Aurora del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, único en su género en todo el Perú, cualquier mujer que llega por algún servicio de salud puede ser derivada a asistencia psicológica y legal en caso de que esté siendo víctima de violencia en cualquiera de sus formas. La atención incluye la activación de la clave rosada con la entrega de un kit de medicamentos para la paciente violentada sexualmente dentro de las 72 horas.

“Somos un modelo, se puede decir. Un centro articulado que, gracias a las brigadistas, más mujeres saben que existe, lo que ayuda a hacer más rápido la denuncia de estos casos”, dice Bertha.

En una ciudad aún machista como Piura, en la que se puede llegar a normalizar que una niña de 13 años salga embarazada, según refiere Bertha, la existencia del CEM al interior del Centro de Salud Santa Julia ha cobrado una mayor relevancia en tiempos de emergencia climática. “Sobre todo porque los problemas de salud sexual y reproductiva y violencia basada en género se agudizaron”, dice. Solo en el distrito de Veintiséis de Octubre, en Piura, más del 65% de las personas, la mayoría mujeres, son víctimas de violencia psicológica y violencia sexual, según datos del Programa Nacional Aurora.

Para Manuel Girón, médico jefe del Centro de Salud Santa Julia y coordinador general de la Red Integral de Salud en este distrito piurano, esta novedosa forma de intervenir de manera conjunta es un modelo que debe replicarse. “Esa es la ventaja que tenemos”, dice, con la vista puesta en el siguiente paso: fortalecer el Centro Integral de Atención. El objetivo del centro es incrementar el acceso a servicios sociales, legales y de salud para mujeres y niñas en situación de violencia del distrito. 

Los reconocimientos no han tardado en llegar. En junio pasado, el Poder Judicial premió la experiencia de Santa Julia como una de las seis mejores iniciativas del “Primer Concurso Nacional de Reconocimiento de Buenas Prácticas desarrollado por operadores de justicia en materia de violencia contra las mujeres”.

Según Girón, nada de esto podría haberse logrado sin el esfuerzo conjunto de diversos actores. Uno de ellos es UNFPA, que ayudó a la implementación del Centro Integral de Atención en 2017 (a raíz del Fenómeno del Niño de aquel año), la validación de algunos protocolos de intervención, la capacitación del personal médico, la contratación de ginecólogos y el despliegue de las brigadas de apoyo para llegar hasta las zonas más vulnerables. “Ha sido nuestro aliado vital”, remarca Girón. Los resultados saltan a la vista: un diagnóstico más temprano de las gestantes de los barrios periféricos, la cobertura de más 1.700 familias en materia de planificación familiar y la reducción del embarazo adolescente en un 20% con relación al 2022. “Para nosotros es crucial que este convenio se mantenga y que UNFPA nos pueda seguir dando ese soporte”, dice el médico.

A lo largo de los últimos meses, Bertha ha podido ser testigo de todos estos cambios. Haber remado contra la corriente es mucho más que una metáfora. La fe en el trabajo colaborativo lo ha hecho posible. “No puedo estar más orgullosa de mi equipo. El Centro de Salud Santa Julia es mi segunda casa”, dice.