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Como casi todos los días desde hace seis años, la psiquiatra Gabriela Gonzáles camina temprano rumbo al Centro de Salud Mental Comunitario (CSMC) Honorio Delgado, en Jesús María. El último año, sin embargo, el camino ha tenido un matiz distinto.

Mascarilla y protector facial en el rostro, observa a los transeúntes igual de protegidos que ella, lo que le recuerda a diario que la exposición al virus es real y peligrosa.

Pero lejos de apartarla de su vocación, la pandemia la ha hecho reafirmarse en la motivación que ha tenido desde que decidió su profesión: garantizar la salud mental de las personas, especialmente de las mujeres, y así mejorar sus condiciones de vida.

El propósito profesional de Gabriela se enmarca en una realidad adversa para la mayoría de mujeres en nuestro país. Según el Observatorio Nacional contra la violencia hacia las mujeres y los integrantes del grupo familiar, del total de atenciones de los CSMC en todo el Perú, durante enero a setiembre del 2020, casi el 70% (34,098) fueron casos de violencia a mujeres.

Además, en el 2020 el 54,8 % de las mujeres de 15 a 49 años sufrieron violencia psicológica, física o sexual por parte de su pareja por lo menos una vez, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) 2020.

Al llegar al centro de salud, la psiquiatra se cruza con las primeras personas –varias de ellas, sobrevivientes de violencia que han iniciado proceso de recuperación–  y esperan por ingresar al establecimiento, previo protocolo de bioseguridad.

No son solo personas adultas, también niñas y adolescentes. Cómo no pensar, entonces, en su hija pequeña. Y cómo no llevar sus conocimientos profesionales a su hogar para evitar que su niña se convierta en parte de dicha estadística.

Por eso, junto con su esposo comparten las responsabilidades del cuidado de su hija y se aseguran de que conozca su derecho a vivir libre de toda forma de violencia y de discriminación. “Le enseñamos, por ejemplo, que nadie debe tocar su cuerpo, ni siquiera un familiar”, cuenta.

 

Ayudando a niñas, adolescentes y mujeres

No es fácil mostrarse empática con un traje de protección, mascarilla y protector facial.

Pero Gabriela hace su mejor esfuerzo en cada consulta y vaya que lo logra. Diversas historias de recuperación se han forjado en ese consultorio que ella mantiene siempre cálido y con carteles que destacan frases de empoderamiento.

“En mi experiencia, he tratado casos leves, moderados y severos de violencia. Recuerdo el de una mujer que llegó sumamente afectada; no solo por haber sufrido violencia psicológica, sino también física y sexual. Como otras mujeres que he atendido, llegó muy golpeada a nivel anímico. Nosotros la acompañamos a recuperar su salud sexual y reproductiva y su salud mental”, cuenta la psiquiatra.

Ella recuerda este caso como uno de los tantos que constatan que una atención de calidad, con empatía e informada, es crucial. “Hasta ahora guardo una piedra que me trajo de las aguas termales, en un viaje liberador que hizo después de tener la valentía de pedir ayuda y seguir su tratamiento terapéutico. Para ella, esa piedra simbolizaba todo el proceso por el que había pasado. Hoy, ella conoce bien sus derechos”, remarca.

 

Fortaleciendo su atención con apoyo del Estado y la cooperación internacional

Por ello –y por ellas– en cada atención Gabriela pone en práctica las capacitaciones del Ministerio de Salud (MINSA) en las que ha participado,  y en las cuales ha tenido  la oportunidad  de fortalecer sus competencias para gestionar los casos colocando al centro de la atención: los derechos y necesidades de las sobrevivientes.

En efecto, el trabajo articulado del MINSA y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) ha permitido contribuir al fortalecimiento de la respuesta sanitaria frente a la violencia de género, a partir de la capacitación del personal de salud en abordaje multisectorial de los casos,  el mejoramiento del marco normativo sectorial  y el desarrollo de pilotos para la gestión conjunta de los casos: articulando los servicios socio-legales del Ministerio de la Mujer con los servicios de salud.

“Me siento muy satisfecha de haber podido participar de capacitaciones en las que he conocido con mayor detalle las orientaciones contenidas en la Guía técnica para atención de salud mental a mujeres en situación de violencia, así como en un conjunto de dispositivos que regulan la atención de los casos de violencia en los establecimientos de salud”, expresa la psiquiatra.

Hoy, la doctora Gonzales es aún más consciente del rol del sector salud en la prevención y atención de la violencia de género. “Ahora sabemos que la atención de los casos de violencia es una prioridad para el sector salud”, subraya. De hecho, lo saben también sus colegas, especialmente en tiempos de COVID-19: la pandemia paralizó muchas cosas, pero la violencia no ha sido una de ellas.

“En el centro, puedan exponer sus casos con tranquilidad. Trabajamos de forma integral, sin revictimizar ni exponerlas a su agresor”, enfatiza.

Momentos después, revisa historias médicas con algunos especialistas del equipo multidisciplinario –psiquiatras, psicólogos, médicos de familia, asistentas sociales y enfermeras– y confirma: “Cada atención es una oportunidad para que, poco a poco, las niñas, adolescentes y mujeres puedan vivir libres de violencia”.

Al regresar a casa por las tardes, Gabriela juega con su pequeña hija, en lo que es casi un ritual. Es el mejor momento de su día. Aunque a veces, por la pandemia, debe atender reuniones virtuales. Lo dice con la motivación de quien sabe que hay un bien mayor por el que trabaja.

Y cierra con una frase que resume su vocación de servicio: “Es una alegría cuando las mujeres completan su proceso, pero el logro es de ellas”.