“Poner fin a las desigualdades. Poner fin al sida. Poner fin a la pandemia"; podría abordar muchos de los males del mundo.
El mundo ha visto el rol que ha desempeñado la desigualdad durante la pandemia de COVID-19: quiénes contraen la enfermedad, quiénes tienen acceso a vacunas y a atención médica y pruebas, quiénes no pueden trabajar desde casa o pierden el empleo debido a los efectos de la pandemia sobre la economía, quiénes tienen una afección subyacente que los hace más vulnerables al coronavirus, la lista continúa. No es distinto para el VIH/sida, que ha existido desde que se notificó el primer caso en 1981. Y si bien se han logrado avances (unos cuantos países han alcanzado el control de la epidemia, 26 de los 38 millones de personas que viven con el VIH pueden acceder a la vital terapia antirretroviral), las causas relacionadas con el sida se cobraron casi 700.000 vidas en 2019.
Según el ONUSIDA, “el riesgo de adquirir el VIH es 26 veces mayor entre los hombres homosexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres… 30 veces más alto para las trabajadoras sexuales y 13 veces más alto para las personas transgénero. Cada semana, unas 4.500 mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años contraen el VIH. En el África subsahariana, 5 de cada 6 nuevas infecciones entre adolescentes de 15 a 19 años se dan entre niñas. Las jóvenes tienen el doble de probabilidades de vivir con el VIH que los hombres. Sólo el 53 % de los niños de 0 a 14 años que viven con el VIH tiene acceso a tratamiento vital para el VIH”.
Enfrentar las desigualdades sociales, económicas, raciales y de género comprende enfrentar el VIH/sida ampliando el acceso a la prevención y el tratamiento de los grupos vulnerables. El UNFPA ha visto la manera en que la discriminación y el estigma pueden socavar la lucha contra el VIH/sida y trabaja para impulsar la lucha.
En Bangladesh, un centro de bienestar apoyado por el UNFPA llegó a más de 2.500 personas transgénero y diversas personas con servicios de prevención y tratamiento del VIH en 2020; este año, lanzó una iniciativa sobre autopruebas, tratamiento, atención y apoyo del VIH para más de 1.300 personas del tercer género. En Filipinas, el UNFPA puso a prueba un programa empresarial para ayudar a las poblaciones marginadas, incluidas las trabajadoras sexuales, las mujeres que viven con el VIH, las mujeres transgénero y los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. El programa ayudó a reducir el impacto económico de la pérdida del trabajo sexual durante la pandemia, pero también tenía por objeto ayudar a reducir la transmisión del VIH al ofrecer una alternativa al sexo transaccional como fuente de ingresos.
Ninguna de las dos pandemias será la última que el mundo verá, pero la solidaridad global con miras a la eliminación de las desigualdades y la concesión a cada persona de su derecho humano a la salud es una visión mejor que la alternativa.