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El 25 de julio de cada año, conmemoramos el Día Nacional de la Mujer Afroperuana, una fecha significativa para visibilizar, reconocer y valorar la importante participación y aporte de las mujeres afrodescendientes en el desarrollo social, económico, político y cultural del Perú.

En este día especial, es esencial reflexionar sobre la necesidad de erradicar la discriminación y la violencia basada en género y raza que aún enfrentan muchas mujeres y adolescentes afroperuanas. La intersección de estas formas de discriminación agrava su impacto, afectando negativamente el ejercicio pleno de sus derechos y oportunidades.

Compartimos tres poderosas historias que ponen de relieve la violencia que afecta a las mujeres, especialmente a las mujeres afroperuanas, y cómo los estereotipos y roles perpetúan la discriminación. Estas valientes mujeres nos enseñan la importancia de visibilizar estas realidades para avanzar en la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.

Ernestina Ochoa: “He sufrido mucho racismo y discriminación. Y toda esta vida he cargado con esas cadenas. Y sigo luchando". 

Ernestina fue insultada y tratada como una ladrona por un policía en una estación de bus porque el color de su piel la hizo sospechosa. A pesar de la denuncia impuesta y los testigos a su favor, no hubo reivindicación ni disculpas. “La violencia racial y discriminación que pasamos las mujeres afro nunca cambia. Por ser mujeres, por ser negras, por ser trabajadoras. No se visibiliza”, enfatiza Ernestina, activista que sigue luchando por sus derechos y los de otras mujeres afroperuanas que viven en Villa El Salvador, al sur de Lima. 

El testimonio de Ernestina podría ser el mismo de miles de mujeres que cruzan las ciudades con el temor a ser atacadas cotidianamente por su apariencia o su color, cuestión que constituye un grave obstáculo para el logro de la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres y el máximo desarrollo del potencial de las mujeres.

 

María Palma: “Amo ser negra en todos los sentidos. Sin embargo, me tomó un montón de tiempo aprender a querer mi cultura y a practicarla”.

María Palma vive en El Carmen, Chincha, una localidad en el sur del país que cobija a una gran población afroperuana y es donde María se sienta más libre y tranquila. Pero no fue fácil al inicio. Tuvo que enfrentarse al acoso y la violencia psicológica desde niña, no solo en su lugar natal sino también cuando visitó la capital. “A las mujeres morenas las sexualizan. Te dicen palabras que vulneran todo tu espacio”. No fueron pocas las veces que volvió a casa llorando o, cuando tomaba valor y enfrentaba a su agresor, terminaba siendo vista como loca o provocativa. Increíblemente, ella era vista como la agresiva mientras la gente defendía o justificaba al hombre que la había ofendido. 

El documento del MIMP (2014), denominado “Afroperuanas. Situación y marco legal de protección de sus derechos”, explica el carácter racial de esta modalidad de violencia expresada en estereotipos y discriminación, en relación con sus cuerpos, por ejemplo “en los medios de comunicación donde aparecen hiper-sexualizadas o en roles sexuados como sirvientas (…) en selección en el mercado de trabajo”. 

 

Lilian Olivares: "Pensé que yo le había dado motivo para que me haga ese daño. Luego comprendí que no era así"

En Yapatera, en la región norteña de Piura, Lilian Olivares recuerda el ataque sexual que sufrió de adolescente como si fuera hace días. “Nací en este pueblo afrodescendiente hace 47 años. Me fui a Lima con una tía y una noche entró uno de los parientes ahí, entró a mi cuarto y abusó de mí. Fueron momentos muy terribles, me daban pesadillas, me daba miedo la oscuridad”. El episodio fue mantenido en secreto por ella, sin que nadie pudiera protegerla, aconsejarla o ayudarle a denunciar. No tuvo más remedio que regresar a su terruño para poder procesar el grave episodio, como lo hacían casi todas las víctimas en aquellos tiempos y otras muchas hasta hoy: en silencio y con mucho dolor. 

 

En el marco del Día Nacional de la Mujer Afroperuana, el UNFPA considera vital colocar en la agenda pública la conexión entre el racismo y la violencia basada en género que afecta a estas mujeres. Es fundamental generar conciencia y propiciar acciones para avanzar en la erradicación de la violencia de género y garantizar el pleno desarrollo de su potencial y derechos fundamentales.

Una de nuestras estrategias aceleradoras es apoyar políticas, programas e intervenciones que favorezcan a la población históricamente dejada atrás, como es el caso de las mujeres, adolescentes y niñas afroperuanas. Trabajemos juntos para impulsar la igualdad y el empoderamiento de estas valiosas mujeres y contribuir a una sociedad más justa y equitativa para todas.