La fundadora y actual vicepresidenta de la Asociación de Artesanos Afroyapateranos El Palenque de Yapatera, en Piura, se ha convertido en una aliada estratégica del proyecto “Salvando Vidas”, impulsado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Así como ella, otras treinta y seis lideresas locales, de la mano de los equipos de brigadistas movilizados en tres departamentos del norte de Perú, han logrado brindar asistencia e información crucial a cientos de mujeres que enfrentan un aumento en el riesgo de violencia basada en género. Además, han establecido trece espacios seguros en diversas comunidades para ofrecer soporte adicional a estas mujeres.
Lilian León sabe bien cuando las mujeres están en peligro en Yapatera, un centro poblado con menos de 8.000 habitantes en medio del departamento de Piura. Con 48 años, conoce cada rincón de su pueblo y, también, cada mirada de angustia, cada sollozo contenido, cada grito de auxilio de alguna amiga o vecina. Más aún cuando una emergencia mayúscula se cierne sobre ellas, como el Fenómeno del Niño, la pandemia del COVID-19, el ciclón Yaku o las fuertes inundaciones que azotaron el norte de Perú a principios de año con un saldo de 20 fallecidos, más de 230.000 afectados y 23.963 damnificados.
“Nosotras, las mujeres, somos las más afectadas. Sobre todo las que somos cabezas de hogar”, dice, mientras observa el atardecer sobre Yapatera. No puede evitar recordar los primeros meses del 2023 cuando las intensas lluvias sobre Tumbes, Piura y Lambayeque agravaron la situación de vulnerabilidad a la que aún están acostumbradas las mujeres de su departamento. “Sin luz, sin agua, sin servicios de internet, sin teléfono, ¿cómo podíamos pedir auxilio? ¿Quién te iba a escuchar? Esa mujer que estaba sufriendo violencia psicológica, que estaba siendo golpeada, que estaba siendo violada, no tenía dónde acudir”, agrega.
Activista de los derechos de la mujer a partir de su labor como artesana afrodescendiente, Lilian decidió que no se quedaría con los brazos cruzados. Las lluvias intensas podían haber agujereado el tejado de su casa y derrumbado la vieja casona donde funcionaba la Asociación de Artesanos Afroyapateranos El Palenque, fundada por ella y otras mujeres del pueblo hace nueve años, pero su compromiso con sus hermanas estaba intacto. “Ahora mismo estoy integrando la Red de Mujeres, que apoya a las yapateranas que son sobrevivientes de violencia. Mi trabajo consiste en identificar los casos”, cuenta. Ese primer acercamiento es fundamental para que las brigadas móviles del UNFPA, desplegadas en Piura a partir de mayo, brinden apoyo psicoemocional y asistencia legal a las mujeres que sufren violencia basada en género. La acción, que incluye la participación de otras treinta y seis lideresas locales, forma parte de la respuesta conjunta del Sistema de las Naciones Unidas con financiamiento del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF).
Basta ver a Lilian rodeada de otras mujeres de su pueblo para notar la confianza que le tienen. En medio de un taller de sororidad para fomentar la solidaridad entre mujeres, organizado por UNFPA y sus aliados locales, recibe a las últimas en llegar, intercambia sonrisas con algunas, se preocupa porque todas reciban uno de los 6,500 kits de dignidad entregados en los últimos meses -como parte de las acciones del proyecto “Salvando Vidas”,-, para empoderar a las mujeres y avanzar en la recuperación de su dignidad a través de la provisión de productos de higiene personal y menstrual. “Me siento un referente para otras mujeres, tanto jóvenes como adultas. Me han visto siempre como un ejemplo. Así me dicen: emprendedora y siempre luchona”, cuenta.
Lo que muchas han tenido que vivir a partir de la crisis climática, Lilian lo vivió mucho antes. No hace falta que entre en detalles. Cuando las mira a los ojos les hace saber que las comprende, que no están solas, que existe una salida. “En mi caso, yo pude encontrar esa salida por mi cuenta. Pero hay mujeres que necesitan ayuda porque se sienten solas o, a veces, hasta culpables de ese trato que reciben”, dice. Por eso decidió trabajar hombro a hombro en cada actividad e intervención que realizan las brigadas móviles, conformadas por abogadas, psicólogas y trabajadoras sociales. Asimismo, el incremento de la afluencia y participación activa de mujeres y niñas en los espacios seguros, donde las mujeres de la comunidad pueden acudir a empoderarse, informarse y forjar redes de apoyo, también es fruto de ese esfuerzo de lideresas como Lilian en alianza con sus gobiernos locales. En total, son trece los espacios creados y gestionados en Piura (6), Tumbes (4) y Lambayeque (3).
“Y yo sí creo que, de a poquito, estamos cambiando el tema de la violencia. Hay un antes y un después con la llegada de las brigadistas. Nos estamos sintiendo más fortalecidas”, comenta Lilian a la salida del taller de sororidad, al que asistieron unas treinta mujeres.
El cambio es necesario e inevitable en el departamento de Piura. El 56% de las mujeres de entre 15 a 49 años ha sufrido alguna vez algún tipo de violencia por parte de sus parejas, según cifras de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES), realizada en 2022 por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Los 5.169 casos de violencia atendidos en los 19 Centros de Emergencia Mujer, ubicados en todo el departamento, entre enero y septiembre del 2023, son un reflejo de los meses más críticos producto de la emergencia climática, pero también de una idiosincrasia muy arraigada. “Piura, lamentablemente, se considera aún una región muy machista”, explica Carlos Arcaya, coordinador regional de los Centros de Emergencia Mujer del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP)
Desde el Estado, el Programa Nacional Aurora del MIMP, a través de los Centro de Emergencia Mujer (CEM), no solo incluye la atención de los casos de violencia, sino también el trabajo articulado con otras organizaciones y las acciones preventivas que involucran a la propia comunidad. “Tenemos mujeres mentoras, voluntarias, que nos permiten identificar y abordar casos a nivel comunitario”, explica Arcaya. Lilian es una de ellas: afrodescendiente, artesana, campesina, madre soltera, la última hija de doce hermanos. Una mujer dispuesta a erradicar de Yapatera la violencia basada en género. “Y voy a seguir hasta donde mis fuerzas me den, hasta donde tenga aliento para que podamos ver en mi pueblo a niñas empoderadas, a niñas libres de violencia, de abuso”, dice.
Antes de que caiga la noche en Yapatera, Lilian termina de moldear con sus manos una máscara de arcilla confeccionada junto a sus compañeras. Todas la observan orgullosas. Por unos instantes se olvida de las casas inundadas, de la casona en escombros, de los pronósticos de un nuevo Fenómeno del Niño que se avecina mucho más intenso. La arcilla la hace pensar únicamente en lo que ha comenzado a construir con las mujeres de su pueblo. “La arcilla nos conecta, nos ayuda a afianzar nuestros lazos de amistad, de hermandad, de sororidad”, dirá tras acabar su obra.