Nuevos datos muestran importantes retrocesos para la salud materna en muchas partes del mundo y subrayan enormes disparidades en el acceso a la atención de salud
Cada dos minutos, en cualquier parte del mundo, muere una mujer en el embarazo o el parto, según las estimaciones más recientes publicadas en un informe de organismos de las Naciones Unidas especializados en la materia. El informe, titulado Tendencias en la mortalidad materna, revela alarmantes retrocesos para la salud de las mujeres en los últimos años, puesto que casi en todas las regiones del mundo el número de muertes maternas ha aumentado o se ha estancado su descenso.
El informe, en el que se hace seguimiento de la mortalidad materna en el ámbito nacional, regional y mundial de 2000 a 2020, muestra que en 2020 se registraron 287 000 muertes maternas en todo el mundo. Esa cifra constituye solo un ligero descenso desde las 309 000 muertes maternas de 2016, cuando se pusieron en marcha los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Si bien en el informe se presentan ciertos avances considerables en la reducción de la mortalidad materna entre 2000 y 2015, los avances logrados se estancaron en gran medida, e incluso en algunos casos retrocedieron, a partir de ese punto.
“Es inaceptable que tantas mujeres sigan muriendo innecesariamente durante el embarazo y el parto. Más de 280 000 defunciones en un solo año es inadmisible”, comentó la Directora Ejecutiva de UNFPA, Dra. Natalia Kanem. “Podemos y debemos mejorar invirtiendo urgentemente en planificación familiar y solventando la escasez mundial de personal de atención obstétrica (cifrada en 900 000 profesionales) para que todas las mujeres puedan recibir la atención vital que necesitan. Tenemos las herramientas, el conocimiento y los recursos para poner fin a las muertes maternas prevenibles; lo que necesitamos ahora es voluntad política”.
Las hemorragias graves, la hipertensión, las infecciones relacionadas con el embarazo, las complicaciones debidas a la práctica de abortos en condiciones de riesgo y las afecciones subyacentes que pueden agravarse durante el embarazo (como el VIH/sida y el paludismo) son las principales causas de la mortalidad materna. Todo ello puede prevenirse y tratarse en gran medida con acceso a una atención de salud respetuosa, oportuna, y de alta calidad.
La atención primaria de salud centrada en la comunidad puede atender las necesidades de las mujeres y facilitar el acceso equitativo a servicios cruciales, como los partos instrumentados y la atención prenatal y posnatal, las vacunas infantiles, la nutrición y la planificación familiar. Sin embargo, la infrafinanciación de los sistemas de atención primaria de salud, la falta de trabajadores de la atención de salud capacitados y la debilidad de las cadenas de suministro de productos médicos ponen en peligro los avances.
Aproximadamente un tercio de las mujeres ni siquiera llegan a tener cuatro de los ocho controles prenatales recomendados ni a recibir atención posnatal esencial, mientras que unos 270 millones de mujeres carecen de acceso a métodos modernos de planificación familiar.
Ejercer el control sobre su salud reproductiva –en particular las decisiones sobre cuándo y cuántos hijos tener– es fundamental para garantizar que las mujeres puedan planificar y espaciar la procreación y proteger su salud. Las inequidades relacionadas con los ingresos, la educación, la raza o el origen étnico incrementan aún más los riesgos para las mujeres embarazadas marginadas, las que menos acceso tienen a atención esencial de maternidad, pero las que más probabilidades registran de experimentar problemas de salud subyacentes durante el embarazo.
El informe revela que se deben acelerar considerablemente los progresos para cumplir las metas mundiales de reducción de las muertes maternas, o de lo contrario poner en riesgo la vida de más de 1 millón de mujeres de aquí a 2030.
Mortalidad Materna en el Perú
En el 2019, el Perú había registrado su cifra más baja de muertes maternas con 302 decesos. Durante la pandemia de la COVID-19, las muertes maternas aumentaron a 439 en 2020, y a 493 en 2021, según los registros de la vigilancia epidemiológica a cargo del MINSA. Durante esos dos años, el contagio por COVID-19 estuvo involucrado en la mayor parte de muertes maternas, por encima de las hemorragias y los trastornos hipertensivos. A partir del segundo semestre del 2021 el número de muertes empezó a disminuir una vez se incluyó a las gestantes como población de prioridad para recibir la vacuna. Ello, junto con la intensificación de esfuerzos del personal de salud y otros actores relevantes, permitió que en 2022 se registrase 291 muertes maternas. De mantenerse este dato, 2022 sería el año con el menor número de muertes maternas de la historia del Perú, que resultaría en una estimación de la Razón de Mortalidad Materna de 60 muertes maternas por cien mil nacidos vivos -casi el doble de la meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 establecida para el año 2030.
La mortalidad materna se ve afectada por las profundas desigualdades que enfrenta el país a nivel territorial y por grupo poblacional. Las áreas que ostentan mayores niveles de mortalidad materna son la nor-oriental y la sur-andina, así como las zonas rurales, donde existe mayor inequidad en el acceso a servicios, mayores índices de pobreza, y menor participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones sobre aspectos que las afectan significativamente, como su salud sexual y reproductiva. Por otro lado, es notoria la relación directa entre una baja prevalencia de uso de métodos anticonceptivos modernos y una alta mortalidad materna, como en los casos de Amazonas, Ucayali, Madre de Dios, Piura y Huánuco. Con el fin de que el país avance en la reducción de la mortalidad materna evitable, es necesario asegurar la formulación e implementación de planes y estrategias basados en evidencia territorial e interseccional: la articulación multisectorial e intergubernamental con enfoque de género y pertinencia intercultural, el involucramiento activo de los gobiernos locales, el rol de los promotores y agentes comunitarios de salud debidamente entrenados, y el trabajo en brigadas que lleguen a las poblaciones más rezagadas son algunas de las evidencias probadas para que lograr que ninguna mujer muera en su proceso de dar vida.