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En Vilcashuamán, una población peruana enclavada a miles de metros de atura en los Andes, existe una sorpresa esperando en el centro de salud: un letrero dirigido a las mujeres embarazadas que dice: “Usted decide su posición de parto”.

Hasta hace poco, las mujeres indígenas que daban a luz en un centro de salud eran obligadas a renunciar a sus preferencias de parto tradicionales, incluida la tradición de dar a luz en posición vertical. Es por ello que muchas mujeres preferían dar a luz en casa, en donde no tenían acceso a ayuda en caso de complicaciones.

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Pero hoy en día esas actitudes están cambiando. Con el apoyo del UNFPA, el Ministerio de Salud  y un grupo de defensa de la mujer han ideado una manera de hacer que el parto, además de ser seguro, tome en cuenta las diferencias culturales. 

“A mí no me enseñaron esa técnica en la escuela”, afirma la Dra. Marlene Saira, médica obstetra del centro de salud de Vilcashuamán. “Cuando se publicó el protocolo para partos culturalmente adecuados, quedé impactada, pero poco a poco comencé a entender y a recibir capacitación”.

Desde entonces, la Dra. Saira ha intervenido en más de 700 partos en posición vertical.

Un trato poco digno con consecuencias peligrosas

Durante mucho tiempo, las mujeres indígenas tuvieron que enfrentar un  sistema de salud que les ofrecía un trato poco digno e inadecuado.

“Cuando una mujer entraba en labor de parto, lo primero que le decían era que se quitara la ropa. Pero para una mujer indígena o rural no es fácil desnudarse delante de extraños”, afirma Clelia Rivera, una líder de la Federación de Mujeres de Ayacucho que vive en la cercana ciudad de Ayacucho.

“Entonces, la mujer era colocada en una camilla, con las piernas abiertas, de modo que cualquier persona que pasara por ahí podía verlo todo. Por si fuera poco, se le regañaba en español, un idioma que ella apenas hablaba o no hablaba del todo. No se le permitía caminar [para aliviar los dolores del parto], y tampoco podía beber su bebida de yerba mate”.

En resumidas cuentas, afirma la Sra. Rivera, “El personal de salud no entiende ni sus costumbres ni su filosofía de vida”.

Pero convencer a los funcionarios de salud de que debían reconsiderar sus procedimientos no fue fácil. Las lesiones y muertes de mujeres indígenas que daban a luz en su casa no parecían guardar relación alguna con los protocolos de los centros de salud.

Por ello, la Federación de Mujeres de Ayacucho se dispuso a trabajar para visibilizar esa relación.

“Comenzamos a monitorear la salud de las mujeres. Hicimos un seguimiento de todas las muertes ocurridas durante el parto, documentando todo, y fue gracias a ello que pudimos suministrar evidencia al momento de plantear la situación”, afirma la Sra. Rivera.

Priorizando a a las mujeres

Posteriormente, el grupo se dirigió al UNFPA para solicitar su apoyo. El UNFPA convocó a un diálogo con funcionarios de salud y líderes comunitarios, mismo que dio como resultado un enfoque totalmente nuevo hacia la atención a la salud materna.

Los expertos en salud acordaron una serie de cambios que no solo permitirían garantizar el acceso de las mujeres indígenas a una mejor atención, sino también garantizar su comodidad, proteger su dignidad y apoyar sus derechos. 

Los funcionarios de salud, por otro lado, acordaron que las mujeres deberían poder decidir si deseaban recibir atención en español o en la lengua Quechua local.

Las mujeres también deberían poder traer a un ser querido que las apoyara durante el parto, además de recibir información acerca de su salud y sus derechos reproductivos.

Ahora, “existen algunos centros de salud que atienden en promedio un 93 por ciento de sus nacimientos en posición vertical, además de contar con personal que habla Quechua”, afirma el Director de Salud regional de Ayacucho, el Dr. Ilianov Fernández. “Estos factores han permitido reconstruir el tejido social y recuperar la confianza de las mujeres, de modo que ahora el 90 por ciento de los nacimientos tienen lugar en instituciones de salud.

“Este compromiso ha permitido mejorar la salud materna y salvar vidas”, afirma la Dra. Gracia Subiria, del UNFPA.

“Más humano”

De vuelta en Vilcashuamán, un grupo de parteras busca a las mujeres embarazadas y las convence de dar a luz en el centro de salud. Sus derechos serán respetados, explican.

En el centro de salud existe una nueva sala de maternidad que ha sido equipada para atender diversos tipos de partos. Cuenta con una camilla modificada, un taburete especial y cuerdas para sujetarse.

La decisión de las mujeres de dar a luz en la posición tradicional incluso puede tener beneficios para su salud. “Todo es más fácil en una posición vertical. El bebé no sufre. Es más rápido, más seguro, menos doloroso y más humano”, afirma la Dra. Saira.

“La madre puede venir acompañada de otras personas que le ayuden con el nacimiento, por ejemplo, su esposo o su madre”, afirma. Incluso pueden beber cantidades controladas de mate.

Una pareja joven se está alojando en una casa de maternidad local, una residencia para mujeres rurales que viven demasiado lejos del centro de salud como para hacer el viaje cuando ya se encuentran en labor de parto. Florinda y su esposo estarán ahí por espacio de  un mes, recibiendo alimentos proporcionados por el Ministerio de Salud.

“Cuando tuve a mi primer hijo hace seis años, no me preguntaron nada”, afirma Florinda. “Ahora la situación es diferente, y tengo planeado dar a luz en cuclillas, tal como lo hizo mi abuela”.

Texto: Rebecca Zerzan y Carlos Gómez / Fotos: Carlos Gómez, Revista Panorama de las Américas