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Perú es uno de los países más afectados durante el primer año y medio de la actual pandemia de COVID-19, siendo el número de muertos (o 600 por 100.000), entre los más altos del mundo, dos veces el segundo más grande.

 

Los servicios de salud sexual, reproductiva y materna se han visto gravemente afectados desde el inicio de la pandemia. Durante el año 2020, el número de muertes maternas registradas fue de 439, 137 más que el año anterior (45%). Una de cada seis muertes maternas fue causada por COVID-19; pero durante el año 2021, dos de cada cinco muertes maternas han sido causadas por el SARS-CoV-2, mientras que la proyección de tendencia es alrededor de 546, lo que puede representar un 80% más que el año 2019.

 

 

Si bien no hay certeza de que una tercera ola impacte al país, las experiencias de otros países sugieren la urgencia de prepararse para un escenario aún peor en los próximos meses. Otras tres certezas son relevantes en este punto: la vigilancia genómica limitada de las variantes de interés, la implementación de la vacunación rezagada en las mujeres embarazadas y el hecho de que ninguna de estas proyecciones presta atención específica a la mortalidad materna.

 

Las mujeres embarazadas ya están siendo vacunadas, pero su ritmo sigue siendo lento, por lo que deben considerarse una prioridad para recibir las vacunas. Si se producen alrededor de cuarenta mil nacimientos cada mes, se debe duplicar para aumentar la cobertura, un promedio de 2.000 por día en los próximos cuatro meses, mejor si se acelera durante agosto y septiembre, al menos en 3.000 por día. Si bien solo evitaría las muertes causadas por COVID-19, otras causas no se ven afectadas. Así, cabe destacar el papel de las comorbilidades y el perfil de muerte por edad (30% de ellas en mujeres de 30 a 34 años) y otras características subnacionales.

 

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